Aprender de los errores es uno de las virtudes que tienen aquellos que logran el éxito en sus actividades. En las escuelas hablamos de aprender revisando los errores para mejorar, pero no lo hacemos pensando en las estrategias de enseñanzas simplemente lo usamos como eslogan.

El equipo de conducción es quien tiene que procurar los espacios para aprender de los errores.

¿Cómo pasamos de una CULTURA DE OCULTAMIENTO y CASTIGO DEL ERROR a una cultura donde se COMPARTA y se APRENDA de él?  

 ¿Cómo hacemos que los errores, las fallas y los fracasos dejen de ser fuente de MIEDO y VERGÜENZA para convertirse en FUENTE de APRENDIZAJE?  

¿Qué creencias tenemos en las escuelas acerca de los errores?  

Hablamos normalmente del trabajo en equipo y de reflexionar sobre las prácticas, pero esto no ocurre habitualmente si a los docentes

 …no los acompañamos a RESIGNIFICAR su vínculo con los errores y las fallas.   

… no los incentivamos a convertir sus “fracasos” en “fracasos inteligentes”.   

… no generamos un CONTEXTO EMOCIONAL en el que no vean a las experiencias fallidas con el miedo de atraer miradas negativas, sino con la CURIOSIDAD de que podrán obtener información valiosa a partir de él.  

… no generamos ESPACIOS PSICOLÓGICAMENTE SEGUROS en los que puedan hablar y reflexionar sinceramente sobre sus experiencias.  

Vivimos en un ambiente social que valora el éxito y que oculta las experiencias fallidas por temor o por vergüenza a que sean descubiertas. O simplemente traslada el error a la imposibilidad del otro por aprender.

Se necesita aprender de lo que sí funciona, tanto como de lo que no. Necesitamos también permitirnos experimentar, probar nuevas posibilidades sabiendo que quizás los resultados no sean los que deseamos, pero sin dudas son igualmente valiosos. Para esto es necesario un cambio de mentalidad y de cultura.

Durante muchos años hemos vivido en la era del control sobre nuestro trabajo con el miedo como emoción predominante y el no tener muy claro el horizonte.

El temor a ser evaluado de manera que nos perjudique ha sido siempre la sombra desde el principio de la carrera docente.

Entonces como podemos pasar de estos temores a que el error nos enseñe y no sea juzgados por él.

  • ¿Cómo pasamos de una cultura de ocultamiento y castigo del error a una cultura donde se comparta y se aprenda de él?
  • ¿Cómo hacemos que los errores, las fallas y los fracasos dejen de ser fuente de miedo y vergüenza, y se conviertan en fuente de aprendizaje?
  • ¿Qué creencias tenemos en la escuela acerca de los errores?

Hacer un taller, una capacitación puede abrir las puertas (pero no necesariamente lo hace) para un cambio de mentalidad. Estas maneras de pensar se han construido a lo largo de los años con mucho arraigo en cada uno de nosotros, es necesario que el cambio sea profundo, para ello requerirá de mucha reflexión y de que cada uno de nosotros lo intente de manera genuina.

Sin embargo, en las escuelas en las que durante décadas el error fue ocultado, sancionado y hasta vergonzante, transitar el camino de la experimentación, de la aceptación de las fallas como parte del proceso, así como de la mejora continua a partir de los errores requiere de una transformación personal y cultural.

Requiere generar vínculos con nuestras experiencias muy diferentes a los que aprendimos desde nuestros primeros años, resignificándolas y tomándolas como parte esencial en la evolución de las personas, los equipos y las organizaciones resilientes   

¿Cuando hablamos de errores, fallas y fracasos de qué estamos hablando?

¡No puedo perdonarme haber fallado! ¿Cómo me voy a equivocar? ¡Debería haber sabido que esa decisión no era correcta!  

Escuchamos frases aludiendo a distintas situaciones, como si todas las experiencias fallidas fueran iguales, pero… ¿Es lo mismo un error del que hablamos en tareas relativamente repetitivas, simples y de contextos estables, que las fallas que se dan en la enseñanza cuando los alumnos son tan diversos y no aprenden de la misma manera?  

¡Por supuesto que no!  

La escuela no es una organización más de las tantas organizaciones, tiene características muy especiales, porque estamos frente a personas cada una con sus particularidades, tanto si pensamos en quienes enseñan cómo en los estudiantes.

No hay recetas estándares que puedan ser aplicadas sin errores, porque estamos frente a individuos distintos. Por eso es tan importante trabajar sobre los errores, sobre lo que se ha fallado para poder construir a partir de éste nuevas formas de enseñar que puedan ser utilizadas por nosotros y por otros.

Cada situación es única por ello se debe decidir cómo proceder, y se realiza una planificación pensando que es la adecuada. Pero supongamos que no lo es. Esto es habitual porque estamos frente a contextos complejos, cambiantes, no lineales, no hay un contexto estable ni disponemos de toda la información necesaria a veces.     

¿Qué pasaría en estos casos sí, le damos una connotación negativa y asumimos que “de eso no se habla” o “el alumno tiene problemas”, elegimos tapar este tipo de “fallas”?  

En ese caso, se perdería la posibilidad de aprovechar la información para reflexionar e inferir patrones, saber cuál es el camino que no tenemos que seguir tomando y probar rápido otras alternativas

Entonces, es necesario aprender a reconocer el error o falla y utilizarlo para saber que ese camino no debemos tomarlo otra vez, que es conveniente compartir el error con otros para analizarlo y reflexionar por qué no es el modo correcto y buscar alternativas que colaboren en que las prácticas de enseñanza sean adecuadas para ese contexto.

Hay que deconstruir muchas creencias, volver a mirar y mirarnos para poder construir un nuevo modo de ser escuela que fomente la mejora escolar.

Como Equipo de conducción aceptar que nuestros equipos pueden equivocarse y se puede crecer a partir del error es el primer paso para guiarlos hacia la mejora de las trayectorias reales de nuestros estudiantes.

No es fácil, pero es un gran desafío para quienes conducen las escuelas hoy.

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